«Julio llegó a impacientarse. Él estaba allí, en el Hotel Majestic, ¡y se disponía a tomar té con pastas!, porque esperaba mucho de aquella conversación. El policía tenía la certeza de que el doctor Relken, veterano de tantas revoluciones, tendría una opinión personal y serena de los acontecimientos de España. ‘¿Sabe usted?, a nosotros, los árboles no nos dejan ver el bosque’. El doctor jugó con él. Fue hablando de menudencias hasta que el camarero hubo llenado la mesa y se hubo retirado, servilleta al hombro […]» (José María Gironella, Un millón de muertos. Barcelona: Edición Planeta, 1969, p. 113).

El diagnóstico es la habilidad más importante y más infravalorada del liderazgo. Muchas veces, para hacer un diagnóstico se necesita la capacidad de distanciarse del terreno para ver qué pasa. “Que el árbol no tape el bosque” como dice el conocido refrán. El cambio de contexto nos plantea nuevos desafíos y no todos van a poder ser resueltos desde el conocimiento de expertos.

Todo aprendizaje es doloroso, genera resistencia.  La resistencia no es al cambio en sí, sino a la pérdida. Esa resistencia, es la que pone en jaque a muchos líderes que intentan impulsar los cambios necesarios.

Por eso, es necesario diagnosticar a qué tipo de pérdida nos estamos enfrentando en una situación sin control como la que estamos viviendo. Luego, evaluar y gestionar con acciones. Debemos lograr una mejor gestión de las emociones.

Es indispensable ser realista, claro en lo que se sabe, reconocer cuando no se sabe y estar abierto al aprendizaje. No es imprescindible deshacernos de todo, hay mucho que podemos conservar.

Este nuevo liderazgo busca incorporar mayor protagonismo de habilidades más blandas cómo la empatía, la escucha, la adaptación, la cercanía, la colaboración y la flexibilidad.

Durante las crisis, surgen dificultades cuando los líderes intentan aplicar soluciones técnicas a desafíos adaptativos.

¿Cómo son los desafíos adaptativos?

Incluyen algunas características comunes como presentar problemas pocos claros, con soluciones desconocidas y que requieren aprendizaje, con la necesidad de coordinación entre diferentes comunidades de personas e imponen obstáculos más difíciles de superar: corazones, mentes, lealtades y valores profundamente arraigados.

Algunas acciones útiles en este contexto pueden ser dar un paso atrás –para así ver el bosque-, enmarcar las acciones como desafío colectivo, redescubrir miradas conflictivas y permitir conversatorios conflictivos.

Premisas útiles para llevar al campo de acción:

  • El diagnóstico es clave: distinguir entre problemas técnicos y desafíos adaptativos para que pueda cambiarse el enfoque según corresponda.
  • Prepararse para decepcionar: hay muchos intereses en juego, y la gente no siempre estará satisfecha con el manejo de una crisis sin precedentes y devastadora.
  • Trabajar tanto con las personas como con el problema: crear una nueva capacidad en las personas, darle al trabajo un significado diferente acorde al momento que se vive.
  • Poner en marcha el propio ritmo y el de los equipos: el plazo para un proceso de adaptación es menos predecible que para los problemas técnicos. Esto se trata más bien de una nueva habitualidad que de una carrera de velocidad con una meta clara.
  • Cuidarse en cuerpo y alma: encontrar espacios, tiempos y prácticas que permitan mantenerse íntegro, profundo, sensible y conectado al máximo con cada hecho que lo acontezca y atraviese.

(*) Soledad Rodríguez es especialista en clínica médica. Magíster en Gestión de Servicios y Sistemas de Salud. Actual subsecretaria de Procesos Sanitarios de la municipalidad de Rosario. Ex directora de IAPOS y del Hospital Provincial de Rosario..